En el extremo Sur, decenas de pescadores llegan con sus cañas a diario con la ilusión de arrancarle al Paraná peces que son cada vez más escasos. Pacú, dorado y bogas, las especies más capturadas.

A cualquier hora se los puede ver con la vista clavada en las cañas, atentos al menor movimiento que delate ese pique que por momentos se hace esperar. A la mañana, a la tarde o a la noche, decenas de pescadores se acercan hasta la rotonda que marca el final de la avenida Costanera de Posadas para dar rienda suelta a esa pasión que se llama pesca.

Con el paso del tiempo conformaron una especie de cofradía en la que se comparten datos, anécdotas, secretos, risas, mate, café, tereré, cigarros. Y también la tristeza que produce saber que algunos ya no volverán con sus cañas y el sueño de clavar un pez.
 
Acercarse a ese lugar , a la altura del puente internacional “San Roque González de Santa Cruz” es toparse con un mundo donde los nombres desaparecieron para dar paso a los apodos. “Tijereta”, “Pinocho”, “Polaco”, “Polo” son sólo algunos de los pescadores que casi a diario llegan con su arsenal de carnadas y aparejos dispuestos a tentar a los esquivos peces.
 
Son los mismos que bautizaron a ese lugar como “Zona de pesca Manuel Antonio Llanes”, en honor de ex combatiente de Malvinas que fue hallado muerto en el arroyo Carpincho, en las afueras de Posadas hace casi dos años. Un pequeño cartelito colocado sobre una de las columnas del alumbrado público es el humilde homenaje que sus amigos decidieron tributarle, una forma más de tenerlo presente en cada lance.
Bogos Pesca
 
Aníbal Javier, alias “Tijereta”, es uno de los que tienen asistencia perfecta en la Costanera, lugar que ya lo premió con dos dorados de catorce y ocho kilos, un pacú de casi cuatro kilos; bogas, armados y bagres de menor porte pero que también generan satisfacción entre los pescadores.
 
“Tijereta” cuenta a Río Arriba que “Soy pescador de toda la vida y me gusta más hacerlo desde la costa”. Recuerda que cuando la Costanera era apenas un proyecto “yo pescaba en el balneario El Brete y en el Puerto”.
 
Suele llegar cerca de la medianoche y permanecerá allí hasta que el sol ya se eleve sobre Encarnación. “Cuando están los dorados te das cuenta por el ruido que hacen cuando están cazando, generalmente un ratito antes que salga el sol”, cuenta. Y revela las carnadas más usadas: en primer lugar la imprescindible ceboí, que asegura el pique de los peces de cuero pero también la boga. A eso hay que sumarle masa saborizada, cuero y grasa de pollo, y filet de pescado.
 
Javier, uno de los pocos que pasa la noche pescando, recuerda a Llanes, otro fanático de la pesca.
 
 “Era un buen tipo que venía todas las madrugadas, aunque sea un ratito. A todos nos dolió su muerte”, cuenta mientras mira de reojo las cañas colocadas sobre la baranda de la Costanera.
 
Walter Figueroa es de Pergamino, pero decidió mudarse a Posadas después de sufrir varios robos y ser baleado por delincuentes. “Siempre traemos maíz para hacer cebadero, pero desde hace un tiempo está bastante pobre el pique”, revela.
 
“Acá siempre somos 25 o 26 los que venimos siempre a pescar. Con el tiempo nos fuimos conociendo y ahora somos un grupo de amigos que nos juntó la pasión por la pesca”, explica. “Yo vengo de mañana, pero hay muchos que vienen de tarde, después de salir del trabajo”, agregó.
 
Y cuenta algunas rarezas, como haber pescado un sábalo de cuatro kilos encarnando con masa. Este pez sólo es capturado con redes o patejas grandes, ya que no suele tomar la carnada.
 
Figueroa dice que hace dos años realizó gestiones ante la Municipalidad para que los pescadores de la Costanera puedan contar con un baño químico, pero hasta ahora no lo consiguió. “Dependemos de la buena voluntad de la gente de la Aduana para poder entrar al baño que tienen en el edificio que se construyó para las lanchas que transportaban pasajeros entre Posadas y Encarnación”.
 
Otro que sigue tentando suerte con las cañas casi a diario es Ramón Acevedo, el jubilado que se hizo famoso a nivel mundial en octubre del año pasado cuando sacó un pacú de 25 kilos. “Soy jubilado y mucho no tengo para hacer”, se sincera, “así que vengo a pescar”.  Cuando se compró la caña, le decía a su esposa “hoy te voy a traer un dorado, o un pacú, pero todos se reían”. Unos días antes de su captura récord, sacó otro pacú de “apenas” nueve kilos encarnando con masa saborizada con esencia de vainilla. El más grande lo capturó con cuero y grasa de pollo. “Después de eso no saqué más nada, pero no pierdo la fe”, dice con una amplia sonrisa.
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Fuente: www.primeraedicion.com.ar