Infinidad de lagunas temporales están perdiendo a sus especies ícticas por la falta de lluvias y si bien se trata de un hecho natural, es una lamentable situación que agrava aún más la biodiversidad de nuestra región, más aún con la fuerte contaminación que les produce el glifosato.

Las altas temperaturas están evaporando a los pequeños pero multitudinarios espejos de agua en nuestra región. Para quienes suelen apreciar los cursos de agua, como el río Salado, verán que han disminuido considerablemente su caudal, ya que se han registrado escasas lluvias.

El detalle no es menor para tenerlo en cuenta cuando se habla de desaguar las lagunas juninenses para evitar riesgos de inundaciones. Vale entender que los manejos hídricos deben ser previsores tanto de inundaciones como de sequías, tal como lo planteaba hace más de 120 años Florentino Ameghino en sus tratados sobre el tema.

Sin dudas que la supervivencia del pejerrey, natural generador del miniturismo local, está en riesgo en la medida que la situación de seca siga manteniéndose, más aún cuando los espejos de agua no pueden aportarle el oxígeno disuelto en agua que necesitan para su vida, por lo que es posible que se puedan observar mortandades de peces, como ya aparecen en algunas lagunas temporales en algunos campos de la zona.

Carpas, sabalitos y tarariras son las primeras víctimas.

Sequía prolongada: gran mortandad de peces en la salida del Carpincho

La acción de este herbicida, que se emplea especialmente en los cultivos de soja resistente al compuesto, consiste en inhibir la producción de una enzima que participa en la fabricación de proteínas fundamentales para la vida de la planta.

Se creía que los organismos que no poseen esa enzima, como por ejemplo los animales, no se verían afectados por la toxicidad del compuesto. Sin embargo, los investigadores demostraron que el compuesto produce efectos que también alcanzan a los organismos que no son el blanco del herbicida.

La cepa del alga fue aislada de una laguna de aguas muy ácidas, y mostró alta tolerancia a ciertos pesticidas y metales como el cromo y el cobre. Sin embargo, no pudo hacer frente al glifosato.

Para confirmar si fue eso lo que inhibió el crecimiento del alga, se midió el contenido de clorofila y de proteínas, así como los niveles de las enzimas antioxidantes. “Todos los parámetros de estrés oxidativo estaban alterados”, confirma Delfina Romero, primera autora del trabajo publicado en Ecotoxicology and Environmental Safety, realizado bajo la dirección conjunta de las doctoras Ríos de Molina y Ángela Juárez, docente del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales.

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Fuente: semanariodejunin.com.ar